sábado, 6 de junio de 2009

INCLUSIÓN DE LAS FAMILIAS EN LA ESCUELA


El presente artículo habla de la importancia que tiene conseguir que en los centros escolares se de una buena relación entre las familias de los/as alumnos/as y el equipo educativo ya que la educación atañe a la comunidad educativa y a la familia por igual.

La educación de los niños y de las niñas no se puede concebir sin tener en cuenta su núcleo familiar, sus padres o tutores. La familia es una parte integrante y un elemento de nexo entre lo que pasa fuera o dentro de la institución escolar, así pues las puertas de la escuela deberían permanecer abiertas con tal de establecer una comunicación mutua, fluida y significativa.

Debemos tener en cuenta que familia y escuela no pueden vivir de espaldas y actuar cada una por su lado, sino que pueden ser dos contextos diferentes con sus idearios y principios educativos propios, que no siempre van a converger en un mismo criterio de actuación ni de opinión, con lo cual los niños y niñas se encontrarán con personas y relaciones distintas que no tienen por qué ser entorpecedoras, sino por el contrario, enriquecerán su bagaje de experiencias y le harán crecer en su grado de autonomía. Las divergencias que observe le ayudarán a abrirse al mundo social, observar otras formas de entender la vida y aumentar su moral autónoma.

Esto es así, siempre y cuando exista un sentido democrático de la educación y no se convierta el ambiente escolar y familiar en dos bloques de fuerzas dispares que lo que pretenden es sobreponerse uno por encima del otro.

Para que se dé un entendimiento mutuo y la cooperación sea continua deben darse dos tipos de entendimiento entre contexto educativo y familia.

Por un lado un entendimiento inicial con el centro, que es el primero en desarrollarse en el tiempo y que tiene un carácter más genérico.

Y por otro lado un entendimiento personal, mucho más importante que el primero pese a darse en segundo lugar. Se establece de manera gradual y es de carácter afectivo-emocional.

FACTORES QUE FAVORECEN UNA BUENA INTEGRACIÓN

- Madurez o competencia socio-emocional: Es indispensable para que se produzcan el entendimiento y la cooperación. Tanto las familias como el profesorado, tienen que emprender un proceso de estructuración personal que incluye conocerse mejor, aprender a comunicarse para descubrir lo que se tiene en común y lo que se puede hacer en común, construirse de mejor manera y transformarse a partir del intercambio, y ser capaces de desarrollar una actitud progresivamente más receptiva, acogedora y tolerante frente a la diferencia y frente al otro.

Una mayor competencia socio-emocional contribuirá a una mejor relación y ésta a su vez facilitará una cooperación más eficaz. Es necesario que la relación se establezca desde las personas que son y no exclusivamente desde el rol que ejercen, ni por supuesto desde la posición jerárquica que a veces adoptan las instituciones educativas. Familia y escuela deberían acercarse persona a persona y asumir un compromiso conjunto, en lugar de mirarse con recelo y preguntarse de quién es la culpa de los despropósitos. Así se podrá evitar, por ejemplo, que el profesor se alíen con el alumno contra los padres, que los padres y profesores se alíen contra el alumno, o que el alumno se aproveche de la rivalidad, la desconfianza o las ignorancias mutuas.

Un buen educador trata de establecer una relación lo más sana y beneficiosa posible con cada alumno y su familia. Pueden caerle mejor o peor, pero deber otorgarles siempre un valor y reconocimiento. Lo importante no es la simpatía o antipatía que pueda sentir, sino aprender a tratar los sentimientos que se le desvelen, de tal manera que pueda ayudar al niño/a a hacer frente constructivamente a los aspectos positivos y negativos de su vida.

Tendrá que aprender a ser depositario de sentimientos intensos y complejos de los alumnos y de los padres, sin dejarse paralizar por ellos. Esto le exige revisar sus propios deseos y temores, su visión de la vida, de las personas y de la educación, y ver hasta qué punto transfiere a la relación educativa aspectos vulnerables de su personalidad.

Los padres tienen que procurar exactamente lo mismo. Sus conflictos no resueltos pueden dificultar o impedir la relación con sus propios hijos y también con el docente.

Algunos ejemplos los tenemos en los padres que depositan en los educadores todo aquello que les supone un esfuerzo, que necesitan afianzar su autoridad oponiéndose a ellos, que viven como un ataque personal los problemas escolares de sus hijos, que poseen visiones rígidas de la educación o que idealizan la figura del profesor. Los padres también pueden tener miedo a ser criticados por defectos de disciplina o de enseñanza, todo esto puede dar como resultado unas relaciones tensas o una inhibición total de la comunicación.

- Nuevas formas más cálidas y cercanas de relación: El aprendizaje de habilidades socio-emocionales, siempre que se realice con un trasfondo afectivo y ético, capacitará a padres y profesorado para idear y cultivar nuevas formas de relación más fecundas y satisfactorias. La fórmula de integración que propongo, basada en la empatía o sintonía personal, exige un nuevo enfoque de las formas tradicionales de relación. Reuniones y entrevistas, en lugar de plantearse como informaciones sobre el curso o informes sobre el niño, deben convertirse en una ocasión para que profesores y padres establezcan contacto como seres humanos en proceso continuo de crecimiento, y no como personas acabadas que sólo pueden intercambiar información.


Sería óptimo, por ejemplo, que los profesores preguntaran a los padres aquello que les preocupa y aquello que esperan y también aquello que les gustaría que realmente conozcan de ellos porque creen que les puede ayudar y al revés. Del mismo modo, deberían dedicarse elogios y prodigarse un poco más en muestras de afecto y reconocimiento mutuo. A unos y otros mostrar su humanidad les hacer sentir menos seguros y más vulnerables. Al profesional de la educación le resulta más cómo escudarse en el rol y a los padres acusar a la escuela y a la sociedad de las cosas que van mal.

Desentenderse de aquello que nos supera siempre es más sencillo que asumir la propia responsabilidad y adoptar la actitud constante de revisión y mejora que caracteriza a la persona madura.

- Una nueva concepción de espacios y tiempos: También los espacios y tiempos deben organizarse bajo una nueva concepción. Es preciso que incluso los espacios de la escuela hablen y transmitan también esta voluntad de diálogo. Participar conjuntamente en actividades formativas, lúdicas o festivas, con un piscolabis final que facilite el acercamiento distendido, podría ser un ejemplo de ello.

- Intercambio y cooperación continuados: La educación implica por igual a la familia que a la comunidad educativa. A la familia porque es la que deja las primeras marcas sobre los esquemas innatos del niño; y a la comunidad educativa porque puede reafirmar, reconducir, ampliar, compensar e incluso modificar estas señales familiares tempranas. El papel de los padres es primordial pero el de la escuela no es menos importante, y ni unos ni otros se pueden desentender.

El educador es mucho más que un transmisor de conocimientos y la relación con las familias es un elemento clave para una comprensión más amplia del alumno. Para algunos educadores la relación con los padres –al igual que con determinados niños- es un fastidio. Representa un obstáculo o una interferencia para la tarea que creen que les es propia: enseñar. El profesor que es consciente de que su labor es acoger y educar, y para ello se acerca a las familias, no siempre podrá abarcar ni mucho menos solucionar los problemas que se derivan del hogar, pero tendrá sin duda alguna, un mayor conocimiento del niño y podrá entenderlo mejor. En cualquier caso, la importancia del maestro ante determinadas situaciones familiares nunca puede ser excusa para no acercarse a ellas, si bien tampoco puede llevarlo a convertirse en asistente social, benefactor, detective o perseguidor de las familias.

En definitiva, dos de las principales instituciones educativas y agentes de socialización: FAMILIA Y ESCUELA, necesitan de un correcto trabajo coordinado para favorecer un exitoso proceso de desarrollo del individuo que les importa, es decir, EL NIÑO.

Resumen de trabajo realizado por: Mª Amparo Rosa Torres

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:


AZNAR, P. Y PÉREZ, P.M. (1986). La familia y el proceso educativo. Madrid: Diagonal-Santillana.
LÓPEZ ROMÁN, J. (1986). La familia como agente educativo. Enciclopedia de la Ed. Preescolar. Madrid: Diagonal-Santillana.
VARIOS (1996). Relación cotidiana familia-escuela. Revista Infancia nº 38. Barcelona: Rosa Sensat.
PALACIOS, J. Y PANIAGUA, G. Colaboración de los padres. Madrid: Cajas Rojas de Educación Infantil, M.E.C.
VARIOS (1998). La participación de las familias. Revista Infancia nº 48. Barcelona: Rosa Sensat.
II CONGRESO NACIONAL DE ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD, (2003) Ponencia “Cómo incluir a las familias en el contexto educativo”. Elche (Alicante).